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25 Sep

El cáncer de mama es hoy una de las principales amenazas para la salud de la mujer en el mundo. No puede entenderse únicamente desde la biología, pues la sociedad actual impone factores que influyen en su aparición y en su detección. El nivel socioeconómico condiciona el acceso a tamizajes, a tratamientos oportunos y a la información; mientras que creencias culturales pueden retrasar la consulta por miedo o estigma.


La evidencia científica señala que el uso prolongado de anticonceptivos hormonales, el estrés crónico, los antecedentes familiares, la ausencia de lactancia, el déficit de sueño, la inactividad física, la dieta poco saludable y la falta de interacción social son piezas que, sumadas, aumentan el riesgo. El estilo de vida moderno —marcado por prisas, soledad y alimentación ultra procesada— parece tener un papel más profundo de lo que antes se pensaba.

A largo plazo, la clave no está solo en tratamientos más sofisticados, sino en un cambio cultural que valore la prevención. Promover la lactancia, fomentar el ejercicio, mejorar la calidad del sueño, fortalecer redes de apoyo y garantizar acceso a programas de detección temprana son estrategias que, si bien requieren inversión, pueden salvar miles de vidas.


El cáncer de mama es un espejo de nuestra sociedad: refleja nuestras desigualdades, pero también nuestra capacidad de transformar hábitos y construir un futuro donde la prevención sea tan valorada como la cura.

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Extracto de Podcast: Tóxicos en el Hogar:

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