El cabello es considerado uno de los aspectos de la apariencia humana que más nos definen. A lo largo de la historia, el largo, el estilo y el color del cabello han sido usados para definir el estatus social, la religión, la virilidad, el rango militar, entre otros. Las características de un cabello saludable incluyen: el grosor, volumen, brillo y capacidad de recuperación de la fibra.
Tanto el cabello como el folículo piloso, una estructura particularmente sensible a factores cutáneos, sistémicos y ambientales; pueden modular su ciclo, patrón de crecimiento y pigmentación en respuesta a múltiples factores. Consecuentemente, el folículo piloso continuamente se ve involucrado en la interpretación de señales ambientales externas e internas, ocasionando modificaciones que incluso responden a cambios climáticos. El daño al cabello puede ser inducido por factores ambientales como la radiación ultravioleta, la humedad, el viento, los productos químicos y los procedimientos realizados. Estos factores tienen un efecto negativo en el crecimiento y la textura de la fibra. La capacidad de recuperarse a factores adversos está determinada por barreras mecánicas como la corteza y la cutícula del cabello. Adicionalmente, la melanina que reside en la corteza ofrece protección contra la radiación ultravioleta.